PUEDES ENCONTRARNOS EN REAL 110. CAMBIAMOS DE SEDE, NO DE PRINCIPIOS

El turismo en San Fernando: donde solo descansan las promesas

9/17/2025

“En San Fernando no descansan los turistas, descansan las promesas: mullidas, eternas, sin fecha de salida”.Ese podría ser el eslogan turístico de la última década bajo la gestión de la socialista Patricia Cavada. Mientras Chiclana, Cádiz o El Puerto ampliaban su músculo hotelero, La Isla se ha especializado en ofrecer camas a las promesas y butacas a los anuncios, pero ni una sola habitación nueva a quienes de verdad querían venir a disfrutar de todo lo que ofrece nuestra tierra.

Con casi 94.000 habitantes, seguimos estancados en las mismas 510 plazas hoteleras que en 2015: cinco por cada mil isleños, la proporción más pobre de la Bahía de Cádiz. Y lo más grave, se nos intenta convencer de que eso es “ser un destino turístico”.

La metáfora es inevitable: llevamos una década en diálisis turística. El corazón de la economía local late cada vez más débil, sin musculatura hotelera, sin oxígeno para atraer riqueza ni empleo. Y mientras tanto, la alcaldesa repite que “ya somos un destino” gracias a eventos, festivales y campañas promocionales. Lector, seamos serios: ¿usted se queda con el ruido de un concierto efímero o con un hotel abierto todo el año que crea puestos de trabajo y paga impuestos? (La respuesta se da sola).

La lista de ejemplos es un catálogo de oportunidades perdidas:

1. Chiclana: mientras nosotros seguimos en 510 plazas, ellos superan las 12.000. Comparar es un ejercicio cruel, pero imprescindible para entender la magnitud del atraso.

2. La Escuela de San José y la Casa de la Cruz Roja: proyectos anunciados a bombo y platillo como equipamientos turísticos. Hoy siguen siendo esqueletos urbanos, maquetas congeladas en el tiempo. Las fotos de archivo envejecen mejor que los edificios reales.

3. Los suelos de Janer y la Fábrica San Carlos: espacios estratégicos que en otras ciudades serían imanes de inversión hotelera. Aquí permanecen vacíos, como solares metafísicos, más aptos para la arqueología política que para el turismo.

Diez años de anuncios sin resultados. Diez años de marketing revestido como promesas, con diseños gráficos que servían de placebo. Diez años de titulares optimistas que no han dejado una sola llave de hotel en manos de un recepcionista.

Y todo mientras nuestros vecinos crecen, captan inversiones, se convierten en polos turísticos de referencia. La brecha no solo existe, se ha agrandado. San Fernando se ha quedado fuera del mapa, relegada al papel de espectador de lujo en una provincia donde el turismo es motor de desarrollo.

La referencia canónica la puso Aristóteles hace 2.400 años: “La realidad es lo que es, no lo que se dice de ella”. Traducido: de nada sirve repetir que ahora “los inversores se sientan en la mesa” si de esa mesa no salen contratos, licencias y proyectos. Y en San Fernando, los hechos hablan más claro que cualquier nota de prensa: cero hoteles nuevos en una década. Cero.

El modelo socialista ha sido un teatro de sombras chinescas: siluetas proyectadas en el muro de la propaganda, pero sin sustancia detrás. Y lo más grave es que se ha normalizado la escasez, como si la resignación fuera parte del escudo de la ciudad. Que en 2025 sigamos con la misma oferta a que en 2015 no es un reto pendiente, es un fracaso histórico.

¿Es reversible? La buena noticia es que sí. La Isla conserva un potencial formidable: cultura, historia, arte, patrimonio naval y constitucional, naturaleza privilegiada, gastronomía con sello propio. Todo está ahí, esperando a que alguien gestione con visión estratégica. Pero hasta ahora, la política turística ha preferido el disfraz de animador cultural al trabajo serio de gestor económico.

La conclusión es sencilla. San Fernando no puede permitirse otra década perdida. Lo que está en juego no es un titular ni un festival de luces, sino el futuro económico de la ciudad. Sin hoteles no hay turismo, y sin turismo, seamos honestos, no hay prosperidad.

Porque el turismo no vive de promesas, vive de ladrillos, de camas, de proyectos tangibles. Y tras diez años de anuncios, San Fernando lo único que ha construido es un espejismo.

La imagen final es inevitable: La Isla aparece en el espejo con el cuerpo rígido, la piel pálida y la respiración contenida. Una ciudad anémica que lleva demasiado tiempo esperando en la sala de urgencias mientras la Bahía ya disfruta de alta médica y gimnasio turístico propio. Urge cambiar el tratamiento antes de que el diagnóstico sea irreversible. El turismo es el oxígeno, y San Fernando no puede seguir conteniendo la respiración.

PD: Si la famosa banda californiana Eagles hubieran pasado por San Fernando, no habrían escrito una balada inmortal, sino un silencio incómodo.